Fitoterapia

El uso de las plantas medicinales es la fitoterapia. Manzanilla, tomillo, orégano (origanum vulgare), anís (pimpinella anisum), hinojo, tila, llantén (plantago major), ajo, cebolla, valeriana, melisa (melissa officinalis) , hipérico, verbena, albahaca (ocimum basilicum), cardamomo, cilantro (coriandrum sativum), canela, jengibre, menta (mentha piperita), romero, azafrán, diente de león, perejil, salvia, hierbabuena (mentha spicata), alfalfa, mejorana (origanum majorana), ajedrea, citronela, eucalipto, árbol de té (melaleuca alternifolia), ginkgo biloba, onagra, alcachofa, regaliz, espino albar, cimífuga racemosa, ginseng, aloe vera, ortiga verde, lavanda, ortosifon, cáscara sagrada, cola de caballo y equinácea son algunos ejemplos que quizá conozcas y hayas utilizado por sus propiedades para regular tu Salud.



Los remedios medicinales naturales son tan antiguos como la propia humanidad. Desde el hombre primitivo se buscó soluciones para el dolor y la enfermedad. El pensamiento de magia, y el poder de los dioses, se mezclaba con la verdadera observación de cómo algunos animales rehuían plantas venenosas. Hasta que Paracelso, incluyó como tratamientos curativos sustancias inorgánicas, todos los medicamentos eran hierbas. Mitos y realidades se mezclaban con el método de ensayo y error, en las distintas civilizaciones como la griega, romana, egipcia, árabe, persa, babilonia, inca, china, india.



Hipócrates, denominado “El padre de la medicina” confiaba en el poder curativo de la naturaleza. Los médicos hipocráticos recomendaban dieta y terapia herbal, conocían la necesidad de una dieta diferente en enfermos que en sanos “ni lo dulce conviene a todos ni lo agrio, ni pueden (los enfermos) beber las mismas cosas”, del libro Medicina Antigua. Para Galeno la dieta es parte de la higiene y la medicina preventiva. En Roma y en el Medievo hubo grandes eruditos que estudiaron lo que el mundo había conseguido descubrir, intuir, y observar para plasmarlo en libros, algunos de ellos han llegado a nuestros días.



Isaac Judaeus (832- 932) vivió en Egipto y escribió aforismos interesantes que aún pueden tener vigencia según el caso: “La mayor parte de las enfernedades curan sin ayuda del médico, gracias a la acción de la naturaleza”, “Si puedes curar al paciente valiéndote de una dieta, no recurras a los medicamentos”, “No confíes en las panaceas, porque casi siempre son fruto de la ignorancia y la superstición”, “Debes procurar que el paciente tenga fé en su curación,incluso aunque no estés seguro de ella, porque así favoreces la fuerza sanadora de la naturaleza”. 


 

Salerno y Montpellier recibieron gran influencia de la medicina árabe. Arnaldo de Vilanova (1235- 1311) fué el verdadero inventor de las tinturas, extrayendo los elementos activos de las plantas medicinales, por medio del alcohol del aguardiente donde maceraba las plantas curativas. Las boticas o “apothekes” almacenaban hierbas y morteros, y elaboraban las fórmulas magistrales. El médico era a la vez boticario hasta que Federico II de Hohenstaufen redactó un edicto separando estas funciones.



La corteza de la quina fué llevada a Europa procedente de Perú como tratamiento de las fiebres en general y para el tratamiento de la malaria. Doscientos años después dos químicos franceses Caventou y Pelletier aislaron la quinina en esa corteza. En el siglo XIX se realizaron avances con los alcaloides procedentes de varias plantas. La medicina y la botánica han estado ligadas incluso hasta el siglo XX. En 1947 el inglés Robert Robinson ganó un Nóbel en química por estudiar productos herbales de importancia biológica, especialmente sus alcaloides.



La farmacología occidental moderna trata de extraer y purificar los principios activos de las plantas, a diferencia de la medicina ayurvédica en la usa la plata completa, por principio que el efecto difiere cuando es una sustancia aislada, que cuando se usa el conjunto que configura la planta. La industria farmacéutica obtiene muchos de los principios activos de la observación y estudio de los remedios populares tradicionales. La aspirina de Bayer o ácido acetilsalicílico surgió del uso de la corteza del sauce blanco por sus efectos analgésicos y antiinflamatorios ya reconocidos en el siglo XVIII. 


 

En la actualidad una opción es el uso de fitofármacos cuya eficacia y seguridad ha sido comprobada científicamente por estudios clínicos y en la práctica médica. La Organización Mundial de la Salud, O.M.S., recomienda a las autoridades sanitarias que cada país incluya las plantas medicinales en los sistemas de salud y en especial en atención primaria. Existen fitofármacos desarrollados para la tos, afecciones respiratorias, antiestés, para estímulo de la respuesta inmunológica, entre otros. Disponibles en jarabe, gotas, comprimidos, y otras presentaciones, con dosis definida en función de la edad del paciente. Los fitofármacos se someten a las mismas normas y exigentes controles que los medicamentos.



Saludos desde el Mediterráneo. 

Quiérete y cuídate con lo que de Verdad es lo mejor para ti.  

Dra. Eva Alcaraz.


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